Aportamos un testimonio más al origen de la Procesión del Silencio, esta vez extraído del interesante libro "ALBACETE ANTIGUO: LAS DEVOCIONES PERDIDAS", publicado por el Instituto de Estudios Albacetenes "Don Juan Manuel" y cuya autora es María Mercedes Meya Iñiguez.
La iniciativa partió como es sabido del Párroco de San Juan, Paulino Bustinza, junto a la Sociedad de Señoras, asociación esta que data de 1853, constituyéndose como "Sociedad religiosa de Señoras de Albacete dedicada a sostener el culto divino en las Iglesias de Justinianas y San Agustín de la propia Capital".
Cuando en los años veinte la Semana Santa aún se reducía a la Procesión de los Pasos el Miércoles Santo, la del Nazareno el Viernes Santo por la mañana y la del Entierro por la tarde, y la del Resucitado el Domingo de Resurrección, a partir de 1926 resurgieron cofradías penitenciales, quedando únicamente sin encontrar cofrades el Santo Entierro, la Soledad y el Resucitado. Gracias a la labor de la Sociedad de Señoras y del Párroco de San Juan, Don Paulino Bustinza, se marcó el punto de inflexión hacia el alza con la creación de la Procesión del Silencio en marzo de 1926. A partir de las 12 de la noche del Viernes Santo desfilaron en primer lugar las señoras, bajo la presidencia de la Junta Directiva de la Dolorosa y a continuación la Imagen. Luego los nazarenos de las diferentes cofradías, siguiendo sus guiones, y seguidamente la Imagen de Nuestro Padre Jesús (Nazareno). Detrás la presidencia, y delante de ella en ambas filas, los caballeros sin túnica. Finalizaba el desfile con la presencia de una ambulancia y la Banda de la Cruz Roja, dirigida por el director de la Banda Municipal, Sr. López Varela.