Imaginería

 

LA ESCULTURA ES SILENCIO

Artículo publicado en la revista Jerusalén número 25, editada por la Congregación-Cofradía Ntra. Sra. de las Angustias de Albacete y cuyo autor es Juan Fresneda Pérez.

 

Con esta lapidaria frase, definía Antonio Garrigós su concepto de arte escultórico, que incluía “profundidad y volumen, profundidad y emoción, y además de todo esto, que la obra emane poesía: a mi juicio, la poesía es el verdadero valor”. Como si de una profecía se tratara, esta máxima refleja perfectamente la obra de este genial escultor, hoy incomprensiblemente perdido en las nubes del tiempo.

La tarde del 28 de septiembre de 1950, los elegantes salones del emblemático Casino Primitivo de Albacete, acogieron una exposición de imaginería artística, fruto del buen hacer de un murciano singular, Antonio Garrigós Giner, como semanas antes había hecho en las dependencias de la Sociedad Económica de Amigos del País de Murcia. Se presentaron un Cristo, los relieves de Jesús ante Pilato y de la Virgen de Fátima; un pastor y una pastora; los tres Reyes Magos adorando; y los grupos de la Huida a Egipto, la Anunciación de la Virgen, y de San José con la Virgen y el Niño.

El nuevo obispo de la Diócesis de Albacete, Don Arturo Tabera y las autoridades presentes, elogiaron las piezas expuestas como “pura concepción de su recia personalidad en temas religiosos, una manifestación genial, en las que se advierte la innata escuela de la imaginería española, con evolución modernista pero con personalidad inconfundible”. Resaltaron el relieve de Jesús ante Pilatos, y el Cristo Crucificado, clasificado como “una talla maestra: delineación exacta del tórax, contención de los músculos y flaccidez perfecta, con una intensa unción de divinidad”. Este impactante Cristo terminó por quedarse en la ciudad, convirtiéndose en el querido Cristo del Consuelo que llena todos los Jueves Santos las céntricas calles, con esa presencia imponente y conmovedora, que a nadie deja indiferente. Su destino fue la Iglesia de la Purísima, a la que también fue destinado el relieve dedicado a la Virgen de Fátima. En la citada exposición, el Cristo del Consuelo fue adquirido en propiedad por un grupo de reconocidos albacetenses, fundando cuatro meses más tarde la Cofradía del Silencio y Santo Vía Crucis, en aquella fría noche de enero de 1951 y teniendo como imagen titular esta gran escultura de Garrigós.

 

Relieve Virgen de Fátima. Parroquia de la Purísima - Albacete

 
Stmo. Cristo del Consuelo. Primeros años 60

Nacido el 16 de noviembre de 1886 en Santomera, Antonio Garrigós vivió su niñez en el seno de una familia de almacenistas de loza, que también vendían en los mercados de los pueblos. Sin poder ir a la escuela, recorrió aquellas tierras palmo a palmo, andando junto a las mulas de sus carros. Pronto quedó huérfano y fue a vivir a Espinardo, para más tarde emigrar a Argentina. A su regreso se casó en primeras nupcias; pero pronto murió su esposa. En 1919 contrajo matrimonio con Rosa Meseguer, con la que tuvo tres hijos y formó la familia que le acompañaría el resto de su vida.

En los años 20 se rodeó de amigos con los que compartía amor por la cultura, la naturaleza y sobre todo pasión por lo autóctono. En el Café Oriental se reunían un selecto grupo cultural, compartiendo amenas charlas que dirigía el pintor Luis Garay. Su inquietud artística le llevó a montar el taller denominado “Bellos Oficios de Levante”, trabajando mano a mano con el artista albacetense Clemente Cantos (Ontur 1893 – Murcia 1955). De allí salieron pequeñas figuras de barro policromado con motivos populares y bellísimas obras de estilo Art Decó. El éxito del trabajo bien hecho se plasmó en las excelentes críticas que tuvieron las exposiciones realizadas en Murcia, Barcelona y Sevilla, hasta el terrible incendio que sufrió la empresa en 1927, que provocó la marcha de Garrigós a Barcelona, donde residió hasta 1932. Allí gozó de un éxito sin precedentes; incluso su obra escultórica del Cristo de la Humillación, rechazada en Murcia, fue comprada por una de las cofradías de Tarragona. En esta época comenzó a realizar obras de mayor tamaño pero igual encanto. A pesar de su reconocido éxito en Barcelona, el profundo anhelo por su tierra murciana le llevó a regresar en tiempos de la República, intentando resucitar los Bellos Oficios de Levante, mientras exponía en Cartagena, Alicante y Madrid. Retomó por entonces su afición por el campo, el canto de los auroros y las interminables conversaciones con familiares y amigos. Pero la Guerra Civil lo cortó todo y la trágica experiencia le hizo concebir el Vía Crucis, una de sus mejores obras, acabada tras la contienda. Garrigós, junto a destacados escritores, pintores y escultores, pusieron su vida en juego para salvar el patrimonio murciano de la destrucción, incluida la magistral obra de Salzillo, por la que sentía gran admiración.

 

Dibujo de Antonio Garrigós realizado por Luis Garay

 
Antonio Garrigós en su estudio del Paseo de Corvera

Los destinos de la vida llevaron a Garrigós a nuestra provincia y como contó el genial pintor José Antonio Lozano, en una entrevista concedida a Sánchez Robles y publicada en La Tribuna de Albacete un mes antes de fallecer: “Fue a la salida de misa de once en mi pueblo cuando se me acercó Antonio Garrigós, un escultor murciano exiliado en La Graya. Un encuentro decisivo, porque mis padres querían que estudiara Farmacia en Granada, yo quería ser pintor, pero Garrigós decidió mi camino. Le hice caso y en 1947 llegué en tren a Murcia”.  Ya en Albacete capital, Garrigós se afincó en una casa en la calle Concepción, muy cercana a la Iglesia de la Purísima, donde su hijo Antonio desempeñaba el cargo de Coadjutor.

Aquel hombre menudo que trabajaba de doce a catorce horas diarias, y que había viajado a Buenos Aires, y expuesto en Londres, París y en breve lo haría en Lisboa, dejó una profunda huella en nuestra ciudad, transmitiendo a cuantos lo conocieron su simpatía, profunda espiritualidad y constante inquietud por el arte. Su presencia por las calles albacetenses despertaba simpatía, en sus paseos incansables hacia el Parque o a otros lugares más alejados; en sus charlas sin fin o su fuerte temperamento, o en su cercanía y sencillez que no dejaban a nadie indiferente. Sánchez de la Rosa recordaba su voz cálida, su gran mostacho blanco y su caballerosidad, y la inconfundible presencia de un artista que mezcló la innovación y el costumbrismo de una manera magistral en sus esculturas y terracotas, dándoles un matiz que recordaba el mundo romántico y lo italianizante.
 

Antonio Garrigós Giner. Foto: archivo familia Garrigós

Y aquí en nuestra ciudad contactó con el empresario Pascual Vila Mas, que proseguía con la tradición familiar centrada en la fabricación de cerámica. La unión de ambas personalidades a comienzo de la década de 1950 daría como fruto las preciosas piezas de belén, surgidas a partir de los moldes de Antonio Garrigós, y del barro trabajado con esmero en los hornos de la fábrica de Pascual Vila. Con ellos se elaboraron numerosas figuras de moldes que se trajeron de la casa del artista en el Paseo de Corbera de la capital murciana y que tanta fama le dieron en las décadas de los años 20 y 30. En total fueron trasladados unos cuatrocientos moldes que el escultor guardaba con sumo cuidado bajo la terraza de su casa. Tras el breve periodo hasta 1956, el artista decidió marchar de nuevo a Murcia para finalizar sus días en Madrid, donde organizó una exposición de su obra en la Asociación de la prensa, vendiendo bastantes obras y las que no vendió acabaron abandonadas en un sótano, de donde fueron sacadas poco a poco. Como esos restos de su obra, murió Garrigós en Madrid años después, ya viudo, acompañado de sus hijos que hubieron de trasladarse allí llevados por la corriente de la vida. Fue un día muy caluroso de 1966.

De su paso por Albacete, Garrigós destacó como imagen más valiosa la de la Virgen de la Estrella, joya del siglo XVIII de aires Napolitanos y Salzillescos que se encuentra en la Santa Iglesia Catedral y de autor desconocido. Pero es sin duda el Cristo del Consuelo, la obra que más hondo calado ha dejado en nuestra ciudad, siendo un referente en la Semana Santa de Albacete y la única imagen de toda la gran obra escultórica de Garrigós que procesiona. Desde 1951, todos los Jueves Santos se cumple la profecía: “la escultura es silencio”.   

 

Cristo del Consuelo - Procesión del Silencio. Foto: Grupo Comunicación la Cerca

 

 

 

UN SALZILLO INSPIRÓ AL CRISTO DEL CONSUELO

Artículo publicado en la revista Cirineo número 2, editata por la Junta de Cofradías y Hermandades de Semana Santa de Albacete y cuyo autor es Juan Fresneda Pérez.

 

A pesar de la poca documentación existente sobre el escultor Antonio Garrigós, ceñida principalmente a las apariciones en prensa de la época, catálogos de exposiciones y reseñas esporádicas en revistas de arte, contamos con el único libro monográfico dedicado a su vida y obra escultórica. Editado en Murcia, 1983, por la Academia Alfonso X el Sabio y escrito por Antonio Hernández Valcárcel, el libro "El escultor Antonio Garrigós" es una excelente obra de precisión, estilo y claridad expositiva. En el mismo se recoge un catálogo de 140 obras escultóricas y una información hasta ahora desconocida para la gran mayoría, como supone la inspiración a la hora de esculpir la talla de nuestro querido Cristo del Consuelo.

 


"Prácticamente todo el año cuarenta y nueve y parte del siguiente, trabajó Garrigós en silencio, preparando la exposición de arte sacro (para la Sociedad Económica de Amigos del País en Murcia), a la que quería llevar un Crucificado de tamaño natural en el que tenía puestas sus esperanzas. El día 3 de septiembre de 1950 se inauguraba en el patio de la Economía, con el siguiente catálogo:

En primer lugar la formidable talla del Crucificado, obra de plena madurez escultórica que no se apartaba de los cánones estrictamente tradicionales. El detallado estudio anatómico y las correctísimas proporciones  sin duda supusieron una sorpresa para muchos que se empeñaban en ver en Garrigós solamente al hacedor de belenes y de pequeñas esculturas toscas y simples que no llegaban a entender. Realmente la figura de Cristo crucificado siempre había despertado en Garrigós una concepción casi invariable, partiendo de unas proporciones regulares, con la amplitud de los brazos idéntica a la altura del cuerpo, de manera que podría inscribirse en un cuadrado. Quizá el punto de partida de este Crucifijo fuera el que existe en la Iglesia de San Nicolás de Murcia, obra de Salzillo, y que Garrigós conocía bien; la semejante forma de tratamiento del pelo, barba, y de la actitud misma del Cristo, hacen pensar en esto, aunque en ningún momento pierde el escultor su fuerza expresiva y tradicional personalidad. El suyo es un Cristo menos sangrante que los dieciochescos, más musculoso, y de policromía totalmente diferente, más apagada y grisácea; es, si se quiere, por todo esto, una concepción del Crucificado más irreal, que no pretende promover sentimientos de dolor, sino impresionar al espectador por el camino de la serenidad y de la fuerza espiritual que sabe dar Garrigós a sus esculturas.

En su actual emplazamiento -la Iglesia de la Purísima, de Albacete- el Cristo recibe un foco de luz difusa proveniente de una claraboya que se encuentra en la parte superior, y da a la figura un aire aún más misterioso e irreal, con una coloración que en momentos raya lo verdoso. En Albacete esta talla figura en un desfile procesional de Semana Santa, y el pueblo siente una gran devoción por ella, quizá movida por el gesto sereno del rostro de correctos rasgos como toda la talla , y por la increíble policromía, plena de matices y de extraños e irisados tonos."

 

Lugar de culto Stmo. Cristo del Consuelo

Como es sabido, semanas después de esta exposición, concretamente el 28 de septiembre de 1950, se repitió en los salones del Casino Primitivo de Albacete, adquiriendo la talla del Cristo del Consuelo un grupo de albaceteños ilustres, que con este motivo fundaron la Cofradía del Silencio y Santo Vía Crucis, en una fría noche de enero de 1951.

Resulta imprescindible profundizar en la talla de Francisco Salzillo que inspiró a Garrigós para  esculpir al Cristo del Consuelo. En la Iglesia de San Nicolás de Bari de Murcia tiene su sede canónica la Real y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo del Amparo y María Santísima de los Dolores, que, con su magna Procesión del Viernes de Dolores, inaugura cada año la Semana Santa murciana. Esta Cofradía, conocida popularmente como los "Azules", tiene como titular al Santísimo Cristo del Amparo, magnífica imagen sagrada de Cristo Crucificado, realizada por el universal e inigualable escultor murciano Francisco Salzillo y Alcaraz.

Los antecedentes históricos de la imagen se remontan al año 1739, mencionándose en un documento de 27 de abril, que Don Juan Antonio Azcoytia cedió a la familia Galtero el crucero del evangelio de la Iglesia de San Nicolás, y el retablo que había servido hasta entonces al altar mayor, para colocar al Smo. Cristo del Amparo.

La imagen posee un gran acento italiano en su estilo, y aunque se le ha atribuido a distintos escultores, entre ellos a Antonio Dupart, el más aceptado es Francisco Salzillo, según la catalogación del doctor Sánchez Moreno, incluyéndolo en la primera etapa del genio, hacia 1739, por lo que podría ser el primer crucificado de su vasta reproducción.

Tallado en madera policromada, la escultura es de tamaño menor al natural, con unas medidas de 1'30 por 1'22 metros, que representa a Jesús ya fallecido y crucificado por tres clavos a una cruz arbórea.

 

Stmo. Cristo del Amparo

Stmo. Cristo del Consuelo

De bellas facciones y placidez en su muerte, ladea su cabeza que reposa sobre su hombro derecho, con caída de su cabello moreno y ondulado, mostrando sus ojos cerrados, pómulos amoratados, nariz puntiaguda, boca entreabierta con dientes tallados, y barba corta dividida en la barbilla.

 

Stmo. Cristo del Amparo



Stmo. Cristo del Consuelo

Reciente su fallecimiento, mana aún sangre de su costado, llagas y múltiples heridas que derivan del terrible martirio padecido, sobre una anatomía también tratada que tan sólo un buen escultor podría ejecutarla con la elegancia y delicadeza que transmite, destacando sus extremidades clavadas a la cruz. El movimiento lo genera el paño de pureza tallado y policromado en color azul.

El Santísimo Cristo del Amparo va clavado a una cruz arbórea, rematado por la cartelera del I.N.R.I. en plata con guarnición dorada en los puntales de la cruz, ricamente labrada en los talleres de orfebrería de Santa Clara de la ciudad de Sevilla. En distintas ocasiones ha desfilado con o sin corona, aunque posee un ajuar de dos diferentes en metal dorado y de espinas.

Durante la Guerra Civil española fue guardada y salvada la imagen en el Museo Provincial, devolviéndose un vez finalizada la contienda a su Iglesia de San Nicolás de Bari. Garrigós junto a otros escultores y pintores, fueron los artífices de salvar gran parte del patrimonio escultórico y en particular las obras de Salzillo, por las que profesaba gran admiración, hasta el extremo de poner su vida en riesgo.

En la Cuaresma de 1986, fue sometido el Cristo a una leve intervención por el escultor y hábil restaurador, Don José María Sánchez Lozano; y en el año 2005, se interviene de nuevo y en profundidad en el Centro de Restauración de la Comunidad  Autónoma de Murcia.

Para finalizar este recorrido, señalar que Garrigós realizó en 1926-27 el Cristo de la Humillación, destruido en 1936 en Tarragona y perteneciente a una de las Cofradías de Semana Santa. Los otros tres Cristos crucificados que esculpió son tallas de madera policromada, dos de gran tamaño, nuestro Cristo del Consuelo y el llamado Cristo gemelo que se encuentra en la Iglesia del Carmen de Murcia, donado por la familia Garrigós y relegado a la Sacristía, tras permanecer en el gran retablo de mármol del altar mayor. El tercer Cristo, de menor tamaño, 60cm, lo conserva en propiedad la familia Garrigós. En palabras de su nieta, Rosa Campillo Garrigós, Historiadora y especialista en Gestión de Patrimonio, recogidas en la revista Ars Sacra número 13:

"Algo que llama la atención de los Cristos de Garrigós es que los tres están dormidos. ¿Podemos pensar que Garrigós no quiso seguir el estilo de los Cristos trágicos, tan españoles?. No lo sabemos. Sí llama la atención la ausencia de espasmos, de sangre... En estas figuras prevalece la paz, la mirada hacia esta tierra, hacia la gente que contempla, la invitación a la reflexión cristiana frente a la muerte de Dios. Uno de los grandes Cristos de Garrigós está en la Iglesia de la Purísima de Albacete"... y por suerte es la única imagen de este gran escultor que procesiona en Semana Santa.

 

Stmo Cristo del Consuelo - Procesión del Silencio. Foto: Chema Collado