La Parroquia de la Purísima Concepción de Albacete
Aproximación Histórico – Artística
Texto de Luis Guillermo García-Sahuco Beléndez, del Instituto de
Estudios Albacetenses, extraído del libro “La Purísima Vida de una Parroquia –
Cien años en Albacete 1901-2001”, editado por la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Albacete.
(…) Sánchez Torres, en 1898, al
referirse a esta iglesia, dice que “desde
muy antiguo existía la ermita de la
Inmaculada en el extremo de la calle que de ella tomó su nombre, en el barrio de la Cuesta”. Advirtiendo así mismo,
que su construcción sería con posterioridad al año 1523 y, ciertamente, con
anterioridad al año 1709, en que fue donada a los jesuitas. Santamaría Conde,
con fundamento documental, precisa unas fechas más concretas, en un corto pero
interesante artículo, publicado en el diario de La Verdad el 8 de diciembre de
1984, en el que señala que en 1560 la cofradía de la Señora Santa Anta solicitó
licencia al prelado de Cartagena “para
fazer una iglesia en la parte de la Cuesta”,
a lo que éste contestó a lo solicitado advirtiendo que el nuevo templo quedaría
siempre sujeto a la parroquia de San Juan, sin que pudiera adquirir el
patronazgo del mismo, ni la cofradía ni el ayuntamiento de la villa, por lo que
el concejo habría de aceptar por escritura pública que “la dicha nueva iglesia esté siempre
anexa a la iglesia del señor San Juan… por la utilidad y el gran provecho que
se seguirá de edificar la dicha iglesia”.
Años después, en 1566, el
mencionado investigador advierte que el templo estaría ya levantado y se habla
de la apertura de la calle de la Concepción. En cuanto al primitivo aspecto que
debió tener el edificio poco sabemos, Sánchez Torres indica, a propósito de las
reformas llevadas a efecto en el edificio en 1885, que en aquellas fechas “se rebajó el pavimento quitando la molesta
escalinata de ingreso, según proyecto
antiguo (1852), se dio más longitud a la nave central y se elevó el techo
sustituyendo a la antigua trabazón de maderas con sencillas bóvedas y
decorándolo todo con decorosa modestia”. Realmente la fábrica del edificio
que nos ha llegado hasta hoy es, precisamente, el producto de aquella reforma
realizada en el siglo XIX. No obstante conviene matizar alguno de estos datos.
Sabemos, pues, que en el siglo
XVI y en particular en 1566, el edificio estaba construido ¿cómo debería ser
aquel primitivo templo y qué maestros intervinieron en su construcción?. Son
dos preguntas que, por el momento podemos contestar de una mera hipótesis.
Creemos que por las fechas en las que nos movemos y las circunstancias
socio-económicas del momento y de aquella villa de Albacete del siglo XVI
podríamos responder, y con mucha precaución, del siguiente modo: dado que en
1560 se planteaba la edificación de una iglesia, una ermita urbana, y seis años
después estaba concluida, hay que suponer que la construcción, ciertamente,
tendría que ser muy modesta, prácticamente una nave rectangular de muros de
tapial y mampostería con el mismo ancho que tiene hoy la nave del templo desde
la fachada hasta donde se inicia hoy el presbiterio. La capilla mayor sería,
quizá, más estrecha y de planta cuadrada. En cuanto a la cubierta de la nave,
debía ser una simple armadura de madera, o todo lo más, un discreto artesonado
y éste sería la “antigua trabazón de madera” a la que alude Sánchez Torres.
Quizá el presbiterio se cerrara de bóveda, pero nada podemos afirmar. La
portada probablemente fuera un simple vano de cantería y nada más. Buscando
paralelismos podríamos relacionar esta edificación con la iglesia del convento
de las franciscanas, hoy centro cultural de la Asunción, que en 1577 se acababa
de bendecir y con la que podríamos encontrar alguna relación, al menos geográfica y
temporal. Por otra parte, hay que pensar que en estos mismos años la obra de
San Juan Bautista sufría también parones en su construcción y una serie de
canteros y alarifes, muchos de ellos vizcaínos, intervenían en la edificación.
Quizá por estos retrasos y contratiempos en la obra, la cofradía de la
Concepción y Señora Santa Ana que radicaba en la parroquia de San Juan se
planteó la edificación de una iglesia propia y, en este caso, el obispo
advertía de la vinculación permanente con su iglesia matriz. Hemos de señalar,
también, que esta cofradía de Señora Santa Ana y de la Concepción tenía capilla
en San Juan, la actual de San Antonio, que en 1532 estaría a medio hacer. Seis
años después, en 1538, en el informe de Diego de Siloé sobre la obra de San
Juan, se refiere a ella como que estaba sin cubrir y era propiedad de la
fábrica de la parroquia. En 1578 se colocó en ella, provisionalmente, la pila
bautismal y ya estaba cerrada con una bóveda de cañón que difiere del resto de las antiguas
capillas, que lo hacen con crucería. Esto vendría a justificar la necesidad de
aquella cofradía de un lugar para sus cultos que, por otra parte, deberían ser
muy activos, pues, como también señala Santamaría, esta institución canalizaba,
a finales del XVI y primeros años del XVII, los cultos y romerías en honor a la
Virgen de los Llanos desde Albacete. En cuanto a los artífices que pudieron
intervenir en el trazado del nuevo templo, bien pudieron ser los que en
aquellos años del XVI trabajaban en la obra de San Juan pero lo más probable,
dada la escasa envergadura de lo que se hacía, es que la construcción fuera más
bien un producto de los artesanos alarifes locales más que de un proyecto
planteado y definido con aires monumentales. Así pues, podemos dar por hecho
que ya a finales del siglo XVI estaría
el templo concluido y abierto al culto, y así continuaría a lo largo de todo el
siglo XVII y hasta los primeros años del XVIII, en particular hasta 1709, en
que será cedido a la Compañía de Jesús.
Hemos de reseñar, también, un
detalle que creemos importante y es el hecho de que en 1624, como se verá, el
ayuntamiento de Albacete hizo voto de defensa de la Inmaculada Concepción, y
para aquel importante acontecimiento el Concejo se reunió en San Juan ante la
Virgen de los Llanos y no en esta ermita de la Purísima, que hubiera sido lo
lógico, lo que también nos demuestra el hecho de que, por el momento, el templo
no tenía demasiada importancia en la villa y era, simplemente, una ermita más
de las muchas que tenía la población en aquellos años (Santa Quiteria, Santa
Cruz, San Ildefonso, San Sebastián, Santa Bárbara, Santa Catalina, el Carmen,
el Rosario, San José, San Jorge, San Ginés, San Antón, Loreto, Santo Sepulcro).
De este modo podemos decir, pues,
que a lo largo del siglo XVII, la ermita de la Concepción debió mantener
discretamente su vida religiosa dentro de esta zona del núcleo urbano de
Albacete, en un periodo en el que la villa había perdido población con respecto
a la centuria anterior, en la que había llegado a tener unos cinco mil
habitantes y antes de comenzar el siglo XVIII, en que se inició una importante
recuperación.
Entramos, de este modo en el
siglo XVIII y la historia de nuestra iglesia adquirirá un mayor protagonismo
por tres importantes acontecimientos:
- 1709: Donación a la Compañía de Jesús, establecimiento del Colegio y hospicio en la ermita de la Purísima.
- 1709-1767: Desarrollo de la vida religiosa y docente del colegio de la Compañía. Edificación de estancias conventuales para el fin previsto y reedificación del primitivo templo de la Purísima Concepción.
- 1772: Reapertura de la iglesia como adjutriz de San Juan Bautista, tras la Pragmática Sanción de Carlos III, de 1767.
Analizaremos estos periodos a la
luz de los documentos, de la bibliografía e incluso de lo que conocemos o se
ha conservado.
En primer lugar, el 11 de Julio
de 1709, el Cardenal-Obispo de Cartagena, don Luis Belluga, hace donación de la
ermita a la Compañía de Jesús “con tal
que siempre aia de conservar la dicha
ermita o nueva iglesia el título de la Concepción y ser este misterio su
titular y no en otra forma…”. Esta cesión se hacía merced a la donación de
bienes aportados, el 24 de diciembre de 1708, por don Gabriel de Alfaro Cortés “en que se obligó a la fundación del colegio
de la Compañía bajo diferentes condiciones por vía donación… quien además, se
obligaba a dar 100 ducados durante su vida al Colegio u hospicio… cuya posesión
había de correr, desde el día que los padres aceptaron la fundación con
especiales hipotecas para su cumplimiento”.
María Dolores García Gómez,
profesora de la Universidad de Alicante, ofrece unos interesantes datos sobre
los colegios de la Compañía de Jesús en la provincia de Albacete en el catálogo
de la exposición “Los caminos de la luz”, y refiriéndose al de Albacete, del
que precisamente se prepara una próxima publicación en el Instituto de Estudios
Albacetenses, nos informa de las donaciones y dotaciones para aquella fundación
que se añadían a las propias de la primitiva ermita, entre ellas las del
capitán don Bernabé Cantos, que murió en Indias, con 7.500 reales que habrían
de servir para tener un maestro de Filosofía y escuela de niños. Ciertamente la
fundación de este colegio vendría a suplir las necesidades pedagógicas de la
villa de Albacete.
Cristo del Consuelo en la fachada de la Purísima |
El periodo entre 1709 y 1767 es
la vida -58 años- de la Compañía de Jesús en Albacete. La actividad docente e
innovadora debió de ser eficaz y rápida: se crearon aulas de primeras letras,
Gramática, así como enseñanzas de Teología, Moral y Filosofía. El colegio
estaría situado a lo largo del último tramo de la calle Mayor (“la Gota de
Leche”) y otras dependencias contiguas, sin que sepamos nada más sobre su fábrica.
En cuanto a la iglesia, es
posible que aquella vieja ermita, fundada en el siglo XVI, sufriera una notable
transformación. Así, creemos que el cuerpo principal de la nave cubierta de
trabazón de madera se mantendría, pero a esta nave única se abrirían dos
capillas a cada lado con arco de medio punto, unidas entre sí, según un esquema
muy jesuítico; cubriéndose cada una de ellas de una bóveda de arista (hoy
serían las capillas de San José y del Corazón de Jesús o San Ildefonso en el
lado de la epístola, y de la Virgen del Carmen y del Pilar en el del
evangelio). A los pies quedaría un coro alto, como hoy está. Asimismo, se
construiría la actual portada, de piedra –aunque lamentablemente hoy pintada-
formada por un hueco adintelado enmarcado por sendas pilastras toscanas de
fuste cajeado y adornadas de sencillas guirnaldas; el entablamento es moldurado
y de buena traza. Evidentemente hay una repetición, casi exacta, con la portada
del antiguo monasterio de la Encarnación, en la parte que hoy es Conservatorio
de Música (calle Padre Romano) y que en aquel caso aparece fechada en 1741; a
esos mismos años debe corresponder nuestra portada de la Purísima. Otra gran
obra emprendida en este periodo, quizá de los primeros años de los jesuitas en
el templo, no conservada, pero de la que tenemos fotografías, fue el magnífico
retablo mayor que estaba formado por dos cuerpos: el principal, de orden
gigante, con un par de columnas salomónicas de seis vueltas a cada lado, las de
los extremos de fuste liso y las otras dos con hojarasca de pámpanas de vid,
enmarcando el camarín con la imagen de la titular. El segundo cuerpo o ático,
con un lienzo de temática desconocida y otro par de columnas también
salomónicas lisas y de idéntica torsión prieta. En el remate una gran tarja de
abundante hojarasca presentaba el anagrama de María. Sobre el entablamento del
primer cuerpo y a ambos lados había sendos flameros. Este gran retablo, menos
rico que el actual, ofrecía una traza elegante y quizá distinta a los
habituales retablos que conocemos. Desconocemos, por el momento, más detalles
sobre traza, ejecución y cronología exacta, de hacia 1710-1720, pero quizá lo
más llamativo sea la estrechez del mismo, que contrasta con la anchura de la
nave. Esta circunstancia nos lleva a pensar que dado que en el siglo XIX la
nave se alargó hacia la cabecera, en principio, el presbiterio sería mucho más
estrecho, dando la anchura de este retablo.
De este periodo, de mediados del
siglo XVIII, hemos tenido la oportunidad de encontrar recientemente un pequeño
objeto litúrgico, ya en desuso pero que sin duda tiene interés histórico. Se
trata de un pequeño portapaz barroco de bronce plateado y abundante decoración
en donde se presenta al crucificado acompañado de un San Juanito y un angelito
turiferario. La pieza en sí no es una gran obra artística, pero es de lo
escasamente conservado de este templo, de cuyo hallazgo nos debemos felicitar.
En 1767, la Pragmática del rey Carlos III ordenaba la expulsión de la Compañía de Jesús y la ocupación de sus temporalidades. Los libros de la biblioteca, abundantes, parece que fueron enviados al obispado de Murcia y los religiosos expulsados. Según noticias de Mateos y Sotos, recogidas por Sánchez Torres, el 22 de septiembre de 1768, “los maestros Jacinto Lario, alarife, y Joaquín Velando, escultor, quitaron los escudos de la Compañía de Jesús que había sobre las puertas de la casa y de la iglesia y colocaron otros con las armas reales”. Jacinto Lario, trabajaba en Chinchilla en 1777 en la iglesia y construyó la ermita de San Antón de aquella ciudad. Joaquín Velando, tallista y dorador era natural de Onil y realizó, también en Chinchilla, cuatro grandes pilas, conservadas, de agua bendita. Esta sustitución de unos escudos por otros se hizo de forma sistemática en todas las antiguas casas de los Jesuitas y en muchas ciudades este escudo de Carlos III se ha conservado (por ejemplo, en San Esteban de Murcia, en Sevilla, en Alcaraz, etc). Quizá la corona que tiene el emblema con el anagrama de María que hay sobre la portada de nuestra iglesia sea la de aquel antiguo escudo que, como en tantas otras ocasiones, en Albacete no se ha conservado.
A partir de aquel momento de la
expulsión, la historia del edificio seguirá un derrotero complejo. Así, entre
1767 y 1768 se destinaría a cuartel, permaneciendo el templo cerrado, y al año
siguiente, de nuevo se destinaría a colegio. Realizadas las ventas de los
terrenos, en 1772, y por petición expresa del ayuntamiento de Albacete al
Supremo Consejo de Castilla, la iglesia se convertiría en parroquia
adjutriz de San Juan Bautista. Existe un
interesante documento en propiedad particular en Madrid, en el que el concejo,
para fundamentar la necesidad de una nueva parroquia, por lo extenso del casco
urbano, mandó hacer un plano de la villa, el primero de Albacete conocido hasta
la fecha, en el que minuciosamente se representan las calles y los principales
edificios; la división de la parroquia quedaría señalada por el Val General, es
decir, desde la plaza del Altozano, donde se situaban el convento de San
Agustín y el de Justinianas, las actuales calles de Marqués de Molins y parte
de Tesifonte Gallego hasta la del Tinte, que conducía a las huertas,
incluyéndose en esta nueva feligresía las calles Nueva, Tejares y toda la zona
que hoy llamamos de Carretas. Todo un núcleo urbano antiguo que englobaba desde
la ermita de San José hasta la calle de la Cruz, con vías tan tradicionales
como Marzo, Santa Quiteria, Concejo, Cid, Herreros y Puerta de Chinchilla, es
decir, prácticamente la mitad de la población.
De este modo, en 1772, comenzará
una nueva etapa que no culminaría hasta 1901, año en que de forma definitiva se
creaba la parroquia de la Purísima Concepción, cuyo centenario ahora
conmemoramos.
El inicio de aquella nueva etapa
es el 23 de agosto de 1772, “en que se
condujo procesionalmente el Santísimo
Sacramento desde la parroquia de San Juan. En la procesión, que se celebró
entre las cinco y las seis de la tarde, figuraba el Ayuntamiento, presidido por
don Antonio Carrasco y Castro, el clero y las comunidades de religiosos de San
Francisco y San Agustín y un numeroso concurso de personas de todos los
estados, clases y edades “cual no se ha visto otro igual”… la procesión bajó
por la calle de la Botica a la Mayor a tomar por la casa de Don Pedro Carrasco
la de la Concepción a la iglesia de este nombre en la que se colocó a S.M.
Sacramentada, cuya función se ejecutó con la posible decencia y pompa de
estandartes, luces en abundancia y adorno en dicha iglesia adjutriz”.
Los edificios anejos del antiguo
colegio jesuítico, sin duda de escaso interés artístico y monumental, pasarían
por diversos fines. Así, en 1800, se pidió cederlos a los escolapios. En 1802
pasaron al Regimiento Provincial de Chinchilla para almacén militar con una
renta de 20.000 reales que, junto a otras rentas de aquellas temporalidades,
habrían de sufragar los gastos de un preceptor de primeras letras y de
latinidad. Disuelto aquel regimiento en 1844, pasó a servir de cuartel de la
recién creada Guardia Civil, de ahí el nombre que mantendría esta zona de
Carretas de Plaza del Cuartel o de los Civiles.
La iglesia que a nosotros nos
interesa seguirá su trayectoria como ayuda de parroquia y, así, en 1843, tras
la desamortización y clausura de los distintos conventos de la todavía hasta
entonces villa de Albacete, llegó al templo una importante pieza, el órgano del
clausurado convento de San Agustín. Era éste una pieza del maestro organero
Fulgencio LLop Barma, realizado en 1706 y que, sin duda, tendría notable
interés artístico. También y del mismo convento llegó una pequeña Virgen de los
Dolores, de dos palmos, de vestir, obra que en 1807 había hecho el escultor
murciano, discípulo de Salzillo, Roque López.
Es posible que en estas mismas
fechas de la desamortización, al clausurarse la ermita de San Ildefonso, que
estaba en la calle que ha conservado su nombre, la imagen y la tradición
devocional se trasladaran a nuestra iglesia. Así, conocemos una estampa popular
del santo, de ingenuo y tosco dibujo, fechable a principios del XIX, que
textualmente señala: “S. ILDEFONSO
ARZOBISPO DE TOLEDO,/ que se venera
en la Parroquia de la Purísima Concepción/ de la Villa de Albacete. Padre
Nuestro y Ave María”. Esta devoción popular se plasmaba en una discreta
romería, semejante a la de San Antón, pero en la plaza de las Carretas, que se
celebraba el 23 de enero. Era la fiesta de “San Alifonso” que todavía se
mantuvo hasta hace cincuenta o sesenta años. El hecho de que tras la Guerra
Civil se hiciera una imagen y retablo dedicado al santo demuestra la pervivencia
de una tradición que podría recuperar nuestra ciudad ya demasiado
despersonalizada.
Quizá de finales del siglo XVIII
o inicios del XIX fuera la imagen titular que presidía el retablo y que
conocemos por una fotografía anterior a la guerra civil. Una imagen parecida a
la actual, de fuerte aire salzillesco en la cabeza y expresión, pero de escaso
movimiento en los paños. Es posible, que
en origen, fuera una imagen de vestir, murciana, efectivamente heredera de las
formas de Salzillo y que con posterioridad, ya incluso en el XIX, se le hiciera
un cuerpo de talla; por aquella vieja fotografía que me ha facilitado Mercedes
Meya, realizada por Luis Escobar y que se conserva en los fondos fotográficos
de la Consejería de Cultura, en Toledo, hemos podido observar que la aureola de
doce estrellas, de plata, que hoy tiene la Virgen titular de nuestra parroquia
es la primitiva que aparece en la fotografía, con lo que se ha recuperado un
elemento más del pasado histórico del templo.
En este siglo XIX, convulso en tantos
aspectos, nuestra iglesia de la Purísima presentará también importantes
cambios, aparte de los derivados como consecuencia de las desamortizaciones.
Así, sabemos que en la discreta torre, hoy rematada en espadaña, se colocó un
reloj procedente de las Casas Consistoriales de la plaza Mayor, pero a la vez
el templo amenazaba ruina y, en 1883, se planteó la clausura del mismo, previo
informe del arquitecto municipal, Tomás Rico Valarino. Una junta de vecinos, en
la que se incluyó toda la ciudad, sufragó los gastos de rehabilitación del
templo, con ayuda del gobernador civil Ricardo Castro Benítez y en este
proyecto intervendría el arquitecto hellinero Justo Millán y Espinosa, que fue
arquitecto provincial y después diocesano. Las obras fueron a buen ritmo y el
edificio adquiriría el aspecto que hoy
tiene, como señalábamos al principio, recogiendo palabras de Sánchez Torres: “se rebajó el pavimento quitando la molesta
escalinata de ingreso (?) según
proyecto antiguo (1852), se dio más longitud a la nave central y se elevó el
techo sustituyendo la antigua trabazón de madera con sencilla bóveda”.
Consideramos que en estas fechas
se alargó la nave del templo, para lo cual se demolió la primitiva capilla
mayor, construyendo la actual, de la misma anchura que la nave, volviendo a
colocar el retablo en el presbiterio, en una zona más elevada. La nave quedaba
definida con cuatro tramos cubiertos de bóvedas de arista rebajadas y la
cabecera, ligeramente ochavada. Las pilastras, muy sencillas, se coronan con
unos eclécticos capiteles de dibujo almenado que recuerdan obras de Millán. Con
esta obra el templo adquiriría un carácter menos definido artísticamente,
aunque de mayores dimensiones de lo que había tenido hasta entonces, y su
fábrica será prácticamente la actual.
El 25 de marzo de 1886 se
reinauguraba con toda solemnidad la iglesia prácticamente rehecha y una
inscripción sobre la sacristía hacía referencia a la reedificación.
Llegado el siglo XX, la iglesia
mantuvo todos los elementos que había ido acumulando a lo largo del tiempo,
algunos cuadros (uno de Santa María del Pópolo) y numerosas imágenes que la
devoción popular fue asumiendo, entre ellas la Virgen del Carmen, de vestir,
del siglo XVIII, procedente del antiguo convento de Justinianas y de la que se
conserva el escapulario bordado.
La trágica guerra civil, en 1936,
sangrienta y dura en tantos aspectos, supuso la destrucción y el saqueo de la
parroquia. Se quemaron las imágenes, se destruyó el primitivo retablo y el
templo sirvió de almacén militar.
Terminada la contienda, en 1939,
se inició la tarea de reconstrucción. Consolidado y limpio el interior del
edificio, quiso la suerte que el retablo que había pertenecido al desaparecido
convento de Justinianas (que estuvo situado en el Altozano y que tras la Desamortización
había sido clausurado en el siglo XIX y demolido por su mal estado en 1935)
fuera a parar a manos privadas de un carpintero, el cual lo desarmó y almacenó
en su taller casi casualmente, lo que supuso su ocultación durante los trágicos
momentos de la guerra. Ante estas circunstancias, aquel retablo fue donado por
el mismo carpintero a la parroquia, con lo que se llenaba el vacío del
primitivo con esta importante pieza.
Actual retablo Barroco Churrigueresco |
Este retablo, barroco churrigueresco, y de gran envergadura, es el único de este estilo y de grandes dimensiones que se ha conservado en la ciudad de Albacete. Sabemos que la obra fue contratada en 1702 por el maestro ensamblador y escultor Francisco Montllor, por la cantidad de 7.500 reales de vellón y en 1709 fue policromado y dorado por los maestros valencianos Antonio Moya y Joseph Ychez. Artísticamente ofrece un cuerpo principal con dos pares de columnas salomónicas, adornadas de hojarasca y niños. Un gran ático semicircular alberga un lienzo con el calvario y, a ambos lados, las esculturas de San Lorenzo Justiniano y Santa Teresa de Jesús.
(…) La necesidad de recomponer
las lamentables pérdidas artísticas sufridas durante la guerra hizo que la
parroquia fuera adquiriendo retablos e imágenes de la más variada calidad,
dentro de una estética un poco caduca.
La imagen titular de la
Inmaculada Concepción es obra de talla, aunque industrial, realizada en
Barcelona.
Imagen actual de la Inmaculada Concepción |
El escultor valenciano José Díez
López (1905-1969), que tantas imágenes hizo para Albacete y provincia, realizó
para nuestra parroquia el San Ildefonso (1948) y Santa Teresa (1949), así como
los ángeles San Gabriel y San Rafael (1956) del retablo de la capilla de Fátima
y un trono de ángeles para el Niño Jesús de Praga, todo según su habitual gusto
y línea neobarroca de evidente dignidad.
De autor desconocido es el
relieve de la imposición de la casulla a San Ildefonso en el ático del retablo
del Corazón de Jesús. Es de buen efecto y correcta ejecución, ¿será antiguo?.
Otro escultor de cierta
importancia es Antonio Garrigós (1888-1966), murciano, que en 1949 realizó el
Cristo del Consuelo, muy celebrado en su momento, como obra de gran
expresividad y dramatismo en una estética neobarroca, que adquiere su verdadera
dimensión plástica en la ya tradicional procesión del Silencio de Semana Santa.
También de su misma mano y realizada en barro cocido, entre 1948 y 1950, es la
aparición de la Virgen de Fátima en el ático del retablo de esta imagen.
Lugar de culto Stmo. Cristo del Consuelo |
No debemos olvidar que, ya en época más reciente, hacia 1985, se reforzó todo el edificio y se sanearon las cubiertas según el proyecto del arquitecto albacetense Juan Valero. Quizá sería el momento, cuando se restaure el retablo, de recuperar algunas formas y detalles de la construcción en su sentido más monumental.
Nuestra parroquia de la Purísima
guarda también alguna otra pieza menor de platería, algún cáliz quizá del siglo
XIX o los retablos de cierta dignidad, ejecutados en los años cuarenta del
siglo XX; en fin, un conjunto artístico discreto, reciente, pero que debe
conservarse para los venideros en el tiempo, como un aspecto más de lo que ha
sido nuestra cultura cristiana y occidental de la que no podemos ni debemos
renunciar y de la que deberíamos también aprender a transmitir a las
generaciones venideras, quizá más condicionadas y motivadas por otros aspectos
menos transcendentes y también de difícil comprensión para nosotros.
Antes de concluir estas líneas
creemos que es conveniente que nos fijemos en un aspecto interesante, el de la
propia advocación: la Purísima, Inmaculada Concepción. Una advocación mariana
que en la historia de España, en particular, siempre tuvo una especial
importancia y, en este sentido, es conveniente que reparemos en un libro de
Actas Municipales del Ayuntamiento de Albacete que exhibíamos en la reciente exposición
“Los caminos de la Luz”, en el que se mostraba el Voto que hizo el
Ayuntamiento de la villa el 8 de
diciembre de 1624 y que surgió a iniciativa del obispo Trejo como consecuencia
de la publicación de la bula de Gregorio XV, Sanctissimus Dominus Noster.
(…) A partir de aquel momento y
hasta los primeros años del siglo XX el ayuntamiento de Albacete acudía, bajo
mazas, a la misa mayor que se celebraba todos los años el 8 de diciembre,
festividad de la Inmaculada, primero a la iglesia de las Justinianas, que
también estuvo bajo la advocación de la Concepción y, después, a esta iglesia
de la Purísima.