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La Parroquia de la Purísima Concepción de Albacete

Aproximación Histórico – Artística

Texto de Luis Guillermo García-Sahuco Beléndez, del Instituto de Estudios Albacetenses, extraído del libro “La Purísima Vida de una Parroquia – Cien años en Albacete 1901-2001”, editado por la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Albacete.



(…) Sánchez Torres, en 1898, al referirse a esta iglesia, dice que “desde muy antiguo existía la ermita de la Inmaculada en el extremo de la calle que de ella tomó su nombre, en el barrio de la Cuesta”. Advirtiendo así mismo, que su construcción sería con posterioridad al año 1523 y, ciertamente, con anterioridad al año 1709, en que fue donada a los jesuitas. Santamaría Conde, con fundamento documental, precisa unas fechas más concretas, en un corto pero interesante artículo, publicado en el diario de La Verdad el 8 de diciembre de 1984, en el que señala que en 1560 la cofradía de la Señora Santa Anta solicitó licencia al prelado de Cartagena “para fazer una iglesia en la parte de la Cuesta”, a lo que éste contestó a lo solicitado advirtiendo que el nuevo templo quedaría siempre sujeto a la parroquia de San Juan, sin que pudiera adquirir el patronazgo del mismo, ni la cofradía ni el ayuntamiento de la villa, por lo que el concejo habría de aceptar por escritura pública que “la dicha nueva iglesia esté siempre anexa a la iglesia del señor San Juan… por la utilidad y el gran provecho que se seguirá de edificar la dicha iglesia”.
 

Años después, en 1566, el mencionado investigador advierte que el templo estaría ya levantado y se habla de la apertura de la calle de la Concepción. En cuanto al primitivo aspecto que debió tener el edificio poco sabemos, Sánchez Torres indica, a propósito de las reformas llevadas a efecto en el edificio en 1885, que en aquellas fechas “se rebajó el pavimento quitando la molesta escalinata de ingreso, según proyecto antiguo (1852), se dio más longitud a la nave central y se elevó el techo sustituyendo a la antigua trabazón de maderas con sencillas bóvedas y decorándolo todo con decorosa modestia”. Realmente la fábrica del edificio que nos ha llegado hasta hoy es, precisamente, el producto de aquella reforma realizada en el siglo XIX. No obstante conviene matizar alguno de estos datos.




Sabemos, pues, que en el siglo XVI y en particular en 1566, el edificio estaba construido ¿cómo debería ser aquel primitivo templo y qué maestros intervinieron en su construcción?. Son dos preguntas que, por el momento podemos contestar de una mera hipótesis. Creemos que por las fechas en las que nos movemos y las circunstancias socio-económicas del momento y de aquella villa de Albacete del siglo XVI podríamos responder, y con mucha precaución, del siguiente modo: dado que en 1560 se planteaba la edificación de una iglesia, una ermita urbana, y seis años después estaba concluida, hay que suponer que la construcción, ciertamente, tendría que ser muy modesta, prácticamente una nave rectangular de muros de tapial y mampostería con el mismo ancho que tiene hoy la nave del templo desde la fachada hasta donde se inicia hoy el presbiterio. La capilla mayor sería, quizá, más estrecha y de planta cuadrada. En cuanto a la cubierta de la nave, debía ser una simple armadura de madera, o todo lo más, un discreto artesonado y éste sería la “antigua trabazón de madera” a la que alude Sánchez Torres. Quizá el presbiterio se cerrara de bóveda, pero nada podemos afirmar. La portada probablemente fuera un simple vano de cantería y nada más. Buscando paralelismos podríamos relacionar esta edificación con la iglesia del convento de las franciscanas, hoy centro cultural de la Asunción, que en 1577 se acababa de bendecir y con la que podríamos encontrar alguna relación, al menos geográfica y temporal. Por otra parte, hay que pensar que en estos mismos años la obra de San Juan Bautista sufría también parones en su construcción y una serie de canteros y alarifes, muchos de ellos vizcaínos, intervenían en la edificación. Quizá por estos retrasos y contratiempos en la obra, la cofradía de la Concepción y Señora Santa Ana que radicaba en la parroquia de San Juan se planteó la edificación de una iglesia propia y, en este caso, el obispo advertía de la vinculación permanente con su iglesia matriz. Hemos de señalar, también, que esta cofradía de Señora Santa Ana y de la Concepción tenía capilla en San Juan, la actual de San Antonio, que en 1532 estaría a medio hacer. Seis años después, en 1538, en el informe de Diego de Siloé sobre la obra de San Juan, se refiere a ella como que estaba sin cubrir y era propiedad de la fábrica de la parroquia. En 1578 se colocó en ella, provisionalmente, la pila bautismal y ya estaba cerrada con una bóveda de cañón  que difiere del resto de las antiguas capillas, que lo hacen con crucería. Esto vendría a justificar la necesidad de aquella cofradía de un lugar para sus cultos que, por otra parte, deberían ser muy activos, pues, como también señala Santamaría, esta institución canalizaba, a finales del XVI y primeros años del XVII, los cultos y romerías en honor a la Virgen de los Llanos desde Albacete. En cuanto a los artífices que pudieron intervenir en el trazado del nuevo templo, bien pudieron ser los que en aquellos años del XVI trabajaban en la obra de San Juan pero lo más probable, dada la escasa envergadura de lo que se hacía, es que la construcción fuera más bien un producto de los artesanos alarifes locales más que de un proyecto planteado y definido con aires monumentales. Así pues, podemos dar por hecho que ya a finales del siglo  XVI estaría el templo concluido y abierto al culto, y así continuaría a lo largo de todo el siglo XVII y hasta los primeros años del XVIII, en particular hasta 1709, en que será cedido a la Compañía de Jesús.


Hemos de reseñar, también, un detalle que creemos importante y es el hecho de que en 1624, como se verá, el ayuntamiento de Albacete hizo voto de defensa de la Inmaculada Concepción, y para aquel importante acontecimiento el Concejo se reunió en San Juan ante la Virgen de los Llanos y no en esta ermita de la Purísima, que hubiera sido lo lógico, lo que también nos demuestra el hecho de que, por el momento, el templo no tenía demasiada importancia en la villa y era, simplemente, una ermita más de las muchas que tenía la población en aquellos años (Santa Quiteria, Santa Cruz, San Ildefonso, San Sebastián, Santa Bárbara, Santa Catalina, el Carmen, el Rosario, San José, San Jorge, San Ginés, San Antón, Loreto, Santo Sepulcro).


De este modo podemos decir, pues, que a lo largo del siglo XVII, la ermita de la Concepción debió mantener discretamente su vida religiosa dentro de esta zona del núcleo urbano de Albacete, en un periodo en el que la villa había perdido población con respecto a la centuria anterior, en la que había llegado a tener unos cinco mil habitantes y antes de comenzar el siglo XVIII, en que se inició una importante recuperación.


Entramos, de este modo en el siglo XVIII y la historia de nuestra iglesia adquirirá un mayor protagonismo por tres importantes acontecimientos:


  •   1709: Donación a la Compañía de Jesús, establecimiento del Colegio y hospicio en la ermita de la Purísima.


  •   1709-1767: Desarrollo de la vida religiosa y docente del colegio de la Compañía. Edificación de estancias conventuales para el fin previsto y reedificación del primitivo templo de la Purísima Concepción. 


  •   1772: Reapertura de la iglesia como adjutriz de San Juan Bautista, tras la Pragmática Sanción de Carlos III, de 1767.


Analizaremos estos periodos a la luz de los documentos, de la bibliografía e incluso de lo que conocemos o se ha conservado.


En primer lugar, el 11 de Julio de 1709, el Cardenal-Obispo de Cartagena, don Luis Belluga, hace donación de la ermita a la Compañía de Jesús “con tal que siempre aia de conservar la dicha ermita o nueva iglesia el título de la Concepción y ser este misterio su titular y no en otra forma…”. Esta cesión se hacía merced a la donación de bienes aportados, el 24 de diciembre de 1708, por don Gabriel de Alfaro Cortés “en que se obligó a la fundación del colegio de la Compañía bajo diferentes condiciones por vía donación… quien además, se obligaba a dar 100 ducados durante su vida al Colegio u hospicio… cuya posesión había de correr, desde el día que los padres aceptaron la fundación con especiales hipotecas para su cumplimiento”.


María Dolores García Gómez, profesora de la Universidad de Alicante, ofrece unos interesantes datos sobre los colegios de la Compañía de Jesús en la provincia de Albacete en el catálogo de la exposición “Los caminos de la luz”, y refiriéndose al de Albacete, del que precisamente se prepara una próxima publicación en el Instituto de Estudios Albacetenses, nos informa de las donaciones y dotaciones para aquella fundación que se añadían a las propias de la primitiva ermita, entre ellas las del capitán don Bernabé Cantos, que murió en Indias, con 7.500 reales que habrían de servir para tener un maestro de Filosofía y escuela de niños. Ciertamente la fundación de este colegio vendría a suplir las necesidades pedagógicas de la villa de Albacete.

Cristo del Consuelo en la fachada de la Purísima


El periodo entre 1709 y 1767 es la vida -58 años- de la Compañía de Jesús en Albacete. La actividad docente e innovadora debió de ser eficaz y rápida: se crearon aulas de primeras letras, Gramática, así como enseñanzas de Teología, Moral y Filosofía. El colegio estaría situado a lo largo del último tramo de la calle Mayor (“la Gota de Leche”) y otras dependencias contiguas, sin que sepamos nada más sobre su fábrica.


En cuanto a la iglesia, es posible que aquella vieja ermita, fundada en el siglo XVI, sufriera una notable transformación. Así, creemos que el cuerpo principal de la nave cubierta de trabazón de madera se mantendría, pero a esta nave única se abrirían dos capillas a cada lado con arco de medio punto, unidas entre sí, según un esquema muy jesuítico; cubriéndose cada una de ellas de una bóveda de arista (hoy serían las capillas de San José y del Corazón de Jesús o San Ildefonso en el lado de la epístola, y de la Virgen del Carmen y del Pilar en el del evangelio). A los pies quedaría un coro alto, como hoy está. Asimismo, se construiría la actual portada, de piedra –aunque lamentablemente hoy pintada- formada por un hueco adintelado enmarcado por sendas pilastras toscanas de fuste cajeado y adornadas de sencillas guirnaldas; el entablamento es moldurado y de buena traza. Evidentemente hay una repetición, casi exacta, con la portada del antiguo monasterio de la Encarnación, en la parte que hoy es Conservatorio de Música (calle Padre Romano) y que en aquel caso aparece fechada en 1741; a esos mismos años debe corresponder nuestra portada de la Purísima. Otra gran obra emprendida en este periodo, quizá de los primeros años de los jesuitas en el templo, no conservada, pero de la que tenemos fotografías, fue el magnífico retablo mayor que estaba formado por dos cuerpos: el principal, de orden gigante, con un par de columnas salomónicas de seis vueltas a cada lado, las de los extremos de fuste liso y las otras dos con hojarasca de pámpanas de vid, enmarcando el camarín con la imagen de la titular. El segundo cuerpo o ático, con un lienzo de temática desconocida y otro par de columnas también salomónicas lisas y de idéntica torsión prieta. En el remate una gran tarja de abundante hojarasca presentaba el anagrama de María. Sobre el entablamento del primer cuerpo y a ambos lados había sendos flameros. Este gran retablo, menos rico que el actual, ofrecía una traza elegante y quizá distinta a los habituales retablos que conocemos. Desconocemos, por el momento, más detalles sobre traza, ejecución y cronología exacta, de hacia 1710-1720, pero quizá lo más llamativo sea la estrechez del mismo, que contrasta con la anchura de la nave. Esta circunstancia nos lleva a pensar que dado que en el siglo XIX la nave se alargó hacia la cabecera, en principio, el presbiterio sería mucho más estrecho, dando la anchura de este retablo.



De este periodo, de mediados del siglo XVIII, hemos tenido la oportunidad de encontrar recientemente un pequeño objeto litúrgico, ya en desuso pero que sin duda tiene interés histórico. Se trata de un pequeño portapaz barroco de bronce plateado y abundante decoración en donde se presenta al crucificado acompañado de un San Juanito y un angelito turiferario. La pieza en sí no es una gran obra artística, pero es de lo escasamente conservado de este templo, de cuyo hallazgo nos debemos felicitar.




En 1767, la Pragmática del rey Carlos III ordenaba la expulsión de la Compañía de Jesús y la ocupación de sus temporalidades. Los libros de la biblioteca, abundantes, parece que fueron enviados al obispado de Murcia y los religiosos expulsados. Según noticias de Mateos y Sotos, recogidas por Sánchez Torres, el 22 de septiembre de 1768, “los maestros Jacinto Lario, alarife, y Joaquín Velando, escultor, quitaron los escudos de la Compañía de Jesús que había sobre las puertas de la casa y de la iglesia y colocaron otros con las armas reales”. Jacinto Lario, trabajaba en Chinchilla en 1777 en la iglesia y construyó la ermita de San Antón de aquella ciudad. Joaquín Velando, tallista y dorador era natural de Onil y realizó, también en Chinchilla, cuatro grandes pilas, conservadas, de agua bendita. Esta sustitución de unos escudos por otros se hizo de forma sistemática en todas las antiguas casas de los Jesuitas y en muchas ciudades este escudo de Carlos III se ha conservado (por ejemplo, en San Esteban de Murcia, en Sevilla, en Alcaraz, etc). Quizá la corona que tiene el emblema con el anagrama de María que hay sobre la portada de nuestra iglesia sea la de aquel antiguo escudo que, como en tantas otras ocasiones, en Albacete no se ha conservado.


A partir de aquel momento de la expulsión, la historia del edificio seguirá un derrotero complejo. Así, entre 1767 y 1768 se destinaría a cuartel, permaneciendo el templo cerrado, y al año siguiente, de nuevo se destinaría a colegio. Realizadas las ventas de los terrenos, en 1772, y por petición expresa del ayuntamiento de Albacete al Supremo Consejo de Castilla, la iglesia se convertiría en parroquia adjutriz  de San Juan Bautista. Existe un interesante documento en propiedad particular en Madrid, en el que el concejo, para fundamentar la necesidad de una nueva parroquia, por lo extenso del casco urbano, mandó hacer un plano de la villa, el primero de Albacete conocido hasta la fecha, en el que minuciosamente se representan las calles y los principales edificios; la división de la parroquia quedaría señalada por el Val General, es decir, desde la plaza del Altozano, donde se situaban el convento de San Agustín y el de Justinianas, las actuales calles de Marqués de Molins y parte de Tesifonte Gallego hasta la del Tinte, que conducía a las huertas, incluyéndose en esta nueva feligresía las calles Nueva, Tejares y toda la zona que hoy llamamos de Carretas. Todo un núcleo urbano antiguo que englobaba desde la ermita de San José hasta la calle de la Cruz, con vías tan tradicionales como Marzo, Santa Quiteria, Concejo, Cid, Herreros y Puerta de Chinchilla, es decir, prácticamente la mitad de la población.



De este modo, en 1772, comenzará una nueva etapa que no culminaría hasta 1901, año en que de forma definitiva se creaba la parroquia de la Purísima Concepción, cuyo centenario ahora conmemoramos. 


El inicio de aquella nueva etapa es el 23 de agosto de 1772, “en que se condujo procesionalmente el Santísimo Sacramento desde la parroquia de San Juan. En la procesión, que se celebró entre las cinco y las seis de la tarde, figuraba el Ayuntamiento, presidido por don Antonio Carrasco y Castro, el clero y las comunidades de religiosos de San Francisco y San Agustín y un numeroso concurso de personas de todos los estados, clases y edades “cual no se ha visto otro igual”… la procesión bajó por la calle de la Botica a la Mayor a tomar por la casa de Don Pedro Carrasco la de la Concepción a la iglesia de este nombre en la que se colocó a S.M. Sacramentada, cuya función se ejecutó con la posible decencia y pompa de estandartes, luces en abundancia y adorno en dicha iglesia adjutriz”.


Los edificios anejos del antiguo colegio jesuítico, sin duda de escaso interés artístico y monumental, pasarían por diversos fines. Así, en 1800, se pidió cederlos a los escolapios. En 1802 pasaron al Regimiento Provincial de Chinchilla para almacén militar con una renta de 20.000 reales que, junto a otras rentas de aquellas temporalidades, habrían de sufragar los gastos de un preceptor de primeras letras y de latinidad. Disuelto aquel regimiento en 1844, pasó a servir de cuartel de la recién creada Guardia Civil, de ahí el nombre que mantendría esta zona de Carretas de Plaza del Cuartel o de los Civiles.


La iglesia que a nosotros nos interesa seguirá su trayectoria como ayuda de parroquia y, así, en 1843, tras la desamortización y clausura de los distintos conventos de la todavía hasta entonces villa de Albacete, llegó al templo una importante pieza, el órgano del clausurado convento de San Agustín. Era éste una pieza del maestro organero Fulgencio LLop Barma, realizado en 1706 y que, sin duda, tendría notable interés artístico. También y del mismo convento llegó una pequeña Virgen de los Dolores, de dos palmos, de vestir, obra que en 1807 había hecho el escultor murciano, discípulo de Salzillo, Roque López.


Es posible que en estas mismas fechas de la desamortización, al clausurarse la ermita de San Ildefonso, que estaba en la calle que ha conservado su nombre, la imagen y la tradición devocional se trasladaran a nuestra iglesia. Así, conocemos una estampa popular del santo, de ingenuo y tosco dibujo, fechable a principios del XIX, que textualmente señala: “S. ILDEFONSO ARZOBISPO DE TOLEDO,/ que se venera en la Parroquia de la Purísima Concepción/ de la Villa de Albacete. Padre Nuestro y Ave María”. Esta devoción popular se plasmaba en una discreta romería, semejante a la de San Antón, pero en la plaza de las Carretas, que se celebraba el 23 de enero. Era la fiesta de “San Alifonso” que todavía se mantuvo hasta hace cincuenta o sesenta años. El hecho de que tras la Guerra Civil se hiciera una imagen y retablo dedicado al santo demuestra la pervivencia de una tradición que podría recuperar nuestra ciudad ya demasiado despersonalizada.



Quizá de finales del siglo XVIII o inicios del XIX fuera la imagen titular que presidía el retablo y que conocemos por una fotografía anterior a la guerra civil. Una imagen parecida a la actual, de fuerte aire salzillesco en la cabeza y expresión, pero de escaso movimiento en  los paños. Es posible, que en origen, fuera una imagen de vestir, murciana, efectivamente heredera de las formas de Salzillo y que con posterioridad, ya incluso en el XIX, se le hiciera un cuerpo de talla; por aquella vieja fotografía que me ha facilitado Mercedes Meya, realizada por Luis Escobar y que se conserva en los fondos fotográficos de la Consejería de Cultura, en Toledo, hemos podido observar que la aureola de doce estrellas, de plata, que hoy tiene la Virgen titular de nuestra parroquia es la primitiva que aparece en la fotografía, con lo que se ha recuperado un elemento más del pasado histórico del templo.


En este siglo XIX, convulso en tantos aspectos, nuestra iglesia de la Purísima presentará también importantes cambios, aparte de los derivados como consecuencia de las desamortizaciones. Así, sabemos que en la discreta torre, hoy rematada en espadaña, se colocó un reloj procedente de las Casas Consistoriales de la plaza Mayor, pero a la vez el templo amenazaba ruina y, en 1883, se planteó la clausura del mismo, previo informe del arquitecto municipal, Tomás Rico Valarino. Una junta de vecinos, en la que se incluyó toda la ciudad, sufragó los gastos de rehabilitación del templo, con ayuda del gobernador civil Ricardo Castro Benítez y en este proyecto intervendría el arquitecto hellinero Justo Millán y Espinosa, que fue arquitecto provincial y después diocesano. Las obras fueron a buen ritmo y el edificio adquiriría el aspecto que hoy tiene, como señalábamos al principio, recogiendo palabras de Sánchez Torres: “se rebajó el pavimento quitando la molesta escalinata de ingreso (?) según proyecto antiguo (1852), se dio más longitud a la nave central y se elevó el techo sustituyendo la antigua trabazón de madera con sencilla bóveda”.


Consideramos que en estas fechas se alargó la nave del templo, para lo cual se demolió la primitiva capilla mayor, construyendo la actual, de la misma anchura que la nave, volviendo a colocar el retablo en el presbiterio, en una zona más elevada. La nave quedaba definida con cuatro tramos cubiertos de bóvedas de arista rebajadas y la cabecera, ligeramente ochavada. Las pilastras, muy sencillas, se coronan con unos eclécticos capiteles de dibujo almenado que recuerdan obras de Millán. Con esta obra el templo adquiriría un carácter menos definido artísticamente, aunque de mayores dimensiones de lo que había tenido hasta entonces, y su fábrica será prácticamente la actual.


El 25 de marzo de 1886 se reinauguraba con toda solemnidad la iglesia prácticamente rehecha y una inscripción sobre la sacristía hacía referencia a la reedificación.



Llegado el siglo XX, la iglesia mantuvo todos los elementos que había ido acumulando a lo largo del tiempo, algunos cuadros (uno de Santa María del Pópolo) y numerosas imágenes que la devoción popular fue asumiendo, entre ellas la Virgen del Carmen, de vestir, del siglo XVIII, procedente del antiguo convento de Justinianas y de la que se conserva el escapulario bordado.




La trágica guerra civil, en 1936, sangrienta y dura en tantos aspectos, supuso la destrucción y el saqueo de la parroquia. Se quemaron las imágenes, se destruyó el primitivo retablo y el templo sirvió de almacén militar.


Terminada la contienda, en 1939, se inició la tarea de reconstrucción. Consolidado y limpio el interior del edificio, quiso la suerte que el retablo que había pertenecido al desaparecido convento de Justinianas (que estuvo situado en el Altozano y que tras la Desamortización había sido clausurado en el siglo XIX y demolido por su mal estado en 1935) fuera a parar a manos privadas de un carpintero, el cual lo desarmó y almacenó en su taller casi casualmente, lo que supuso su ocultación durante los trágicos momentos de la guerra. Ante estas circunstancias, aquel retablo fue donado por el mismo carpintero a la parroquia, con lo que se llenaba el vacío del primitivo con esta importante pieza.
 
Actual retablo Barroco Churrigueresco


Este retablo, barroco churrigueresco, y de gran envergadura, es el único de este estilo y de grandes dimensiones que se ha conservado en la ciudad de Albacete. Sabemos que la obra fue contratada en 1702 por el maestro ensamblador y escultor Francisco Montllor, por la cantidad de 7.500 reales de vellón y en 1709 fue policromado y dorado por los maestros valencianos Antonio Moya y Joseph Ychez. Artísticamente ofrece un cuerpo principal con dos pares de columnas salomónicas, adornadas de hojarasca y niños. Un gran ático semicircular alberga un lienzo con el calvario y, a ambos lados, las esculturas de San Lorenzo Justiniano y Santa Teresa de Jesús.


(…) La necesidad de recomponer las lamentables pérdidas artísticas sufridas durante la guerra hizo que la parroquia fuera adquiriendo retablos e imágenes de la más variada calidad, dentro de una estética un poco caduca.


La imagen titular de la Inmaculada Concepción es obra de talla, aunque industrial, realizada en Barcelona.


Imagen actual de la Inmaculada Concepción


El escultor valenciano José Díez López (1905-1969), que tantas imágenes hizo para Albacete y provincia, realizó para nuestra parroquia el San Ildefonso (1948) y Santa Teresa (1949), así como los ángeles San Gabriel y San Rafael (1956) del retablo de la capilla de Fátima y un trono de ángeles para el Niño Jesús de Praga, todo según su habitual gusto y línea neobarroca de evidente dignidad.

De autor desconocido es el relieve de la imposición de la casulla a San Ildefonso en el ático del retablo del Corazón de Jesús. Es de buen efecto y correcta ejecución, ¿será antiguo?.


Otro escultor de cierta importancia es Antonio Garrigós (1888-1966), murciano, que en 1949 realizó el Cristo del Consuelo, muy celebrado en su momento, como obra de gran expresividad y dramatismo en una estética neobarroca, que adquiere su verdadera dimensión plástica en la ya tradicional procesión del Silencio de Semana Santa. También de su misma mano y realizada en barro cocido, entre 1948 y 1950, es la aparición de la Virgen de Fátima en el ático del retablo de esta imagen.
 
Lugar de culto Stmo. Cristo del Consuelo


No debemos olvidar que, ya en época más reciente, hacia 1985, se reforzó todo el edificio y se sanearon las cubiertas según el proyecto del arquitecto albacetense Juan Valero. Quizá sería el momento, cuando se restaure el retablo, de recuperar algunas formas y detalles de la construcción en su sentido más monumental.

Nuestra parroquia de la Purísima guarda también alguna otra pieza menor de platería, algún cáliz quizá del siglo XIX o los retablos de cierta dignidad, ejecutados en los años cuarenta del siglo XX; en fin, un conjunto artístico discreto, reciente, pero que debe conservarse para los venideros en el tiempo, como un aspecto más de lo que ha sido nuestra cultura cristiana y occidental de la que no podemos ni debemos renunciar y de la que deberíamos también aprender a transmitir a las generaciones venideras, quizá más condicionadas y motivadas por otros aspectos menos transcendentes y también de difícil comprensión para nosotros.


Antes de concluir estas líneas creemos que es conveniente que nos fijemos en un aspecto interesante, el de la propia advocación: la Purísima, Inmaculada Concepción. Una advocación mariana que en la historia de España, en particular, siempre tuvo una especial importancia y, en este sentido, es conveniente que reparemos en un libro de Actas Municipales del Ayuntamiento de Albacete que exhibíamos en la reciente exposición “Los caminos de la Luz”, en el que se mostraba el Voto que hizo el Ayuntamiento  de la villa el 8 de diciembre de 1624 y que surgió a iniciativa del obispo Trejo como consecuencia de la publicación de la bula de Gregorio XV, Sanctissimus Dominus Noster.


(…) A partir de aquel momento y hasta los primeros años del siglo XX el ayuntamiento de Albacete acudía, bajo mazas, a la misa mayor que se celebraba todos los años el 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada, primero a la iglesia de las Justinianas, que también estuvo bajo la advocación de la Concepción y, después, a esta iglesia de la Purísima.


Éstas son páginas de nuestra historia, discretas pero entrañables, que quizá todos debamos conocer ya que nos ayudarán a respetar mejor las huellas de nuestro pasado y los tesoros que legaremos a nuestros descendientes.

Parroquia la Purísima. Procesión Sto. Vía Crucis