lunes, 9 de junio de 2014

Oración ante el Cristo del Consuelo

VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

"Que por nosotros pecadores, murió"

Foto: Pablo Puebla Camino



Es fácil, Cristo del Consuelo, muy fácil, portar tu Imagen como costalero en la procesión del Silencio o del Vía Crucis, y al día siguiente, no sentir  un rasgo de tu presencia.

Es fácil, Cristo del Consuelo, muy fácil, vestirse con la túnica de nazareno y, horas después, olvidar que ser cristiano no es una túnica, ni un habito, sino revestirse diariamente de actitudes evangélicas.

Es fácil, Cristo del Consuelo, muy fácil, soportar el peso de tu trono sobre el hombro y a continuación no aligerar las cruces que salen en las encrucijadas de nuestra vida.

Es fácil, Cristo del Consuelo, muy fácil encender una vela y derramar su cera ante tu Imagen y no brindar caridad al que camina a nuestro lado cada jornada.

Es fácil Cristo de Consuelo, muy fácil desfilar con tu rostro sangrante y vivir de espaldas a los que lloran y reclaman manos para levantarse o apoyo para sostenerse en pie.

Es fácil, Cristo del Consuelo, muy fácil aplaudirte cuando sales del Templo a pasear por nuestras  calles, y no ofrecer nuestras manos a aquellos otros cristos que rezuman pobreza y necesidad.

Es fácil, Cristo del Consuelo, muy fácil recitar un padre nuestro ante tu Imagen y no gritar ante el sufrimiento de tantas personas que habitan nuestro mundo.

Es fácil, Cristo del Consuelo, muy fácil manifestar hacia fuera lo que tal vez, no es muy fuerte hacia dentro.

Pero que difícil, Cristo del Consuelo, que difícil es esta otra procesión que recorre tu Imagen las calles de mis entrañas y las avenidas de mi corazón.

Que difícil, Cristo del Consuelo, que difícil organizar en mi vida cristiana una procesión de paz y concordia, de obediencia y bondad por las arterias de mi corazón.

Que difícil, Cristo del Consuelo, que difícil es avanzar con ese otro " paso" del Cristo doliente cuando a mi puerta llama la mala suerte, la enfermedad, la prueba o la aflicción.

Que difícil, Cristo del Consuelo, que difícil es subir la cuesta de la Plaza de las Carretas sin aliento y concluir ese ultimo tramo de humanidad y de fe, de compasión y de esperanza que mi aliento necesita para reconocerte, quererte y amarte.

Que difícil, Cristo del Consuelo, que difícil es la procesión que va por dentro, aquella que el Espíritu organiza en mi interior para asombrarme dentro de mí mismo. ¿ Porque cuando Tu pasas por dentro de mi existencia no escucho como anoche la trompeta del silencio? ¿Porque no hago silencio en mi interior para que tu me hables?.

Que difícil, Cristo del Consuelo, que difícil aceptar a un Dios que se desangra en la Cruz antes que ceder a los chantajes de los que gritan.

Que difícil, Cristo del Consuelo, que difícil es aceptar un Dios desnudo que nos llega en Belén y desnudo se nos queda en el Calvario.

Que difícil, Cristo del Consuelo, que difícil es entrar por la puerta pequeña de Belén y pasar por esta otra puerta de la humillación, del silencio, de la soledad, del abandono, de la traición  de la negación, y de la muerte.

Que difícil, Cristo del Consuelo, que difícil es seguirte, quererte, amarte y obedecerte siempre y en todo y que fácil dejarte en el templo hasta el año que viene.

A ti Cristo del Consuelo, nos acercamos en este Viernes Santo, para besar tus pies y poder entender la manera nueva que tuviste de vivir la experiencia de Dios, la convivencia humana y la construcción de un mundo nuevo.

A ti Cristo del Consuelo, nos acercamos a besar tus pies recordando tus palabras, "sed compasivos (consoladores) como vuestro Padre es compasivo" y pidiéndote que nuestro amor no excluya a nadie de la compasión y del consuelo que necesitan, la palabra de aliento para el abatido.


José Antonio Roldán Zorrilla
Parroco de la Iglesia La Purísima de Albacete 

martes, 3 de junio de 2014

Al Cristo de Garrigós

Dios amado en el lecho del madero
Con su virtud gloriosa en la agonía...
Un despertar en la existencia fría,
Un renacer del misticismo austero.

Yo, pecador, no sé, Señor, qué quiero,
Todo murió bajo mi sol un día
Y, al verte moribundo, renacía.
¡Milagro de vivir aunque me muero!

Yo aprendí tu canción y la olvidé
-fragilidad de la memoria humana-
Y ahora quiero cantarla y no la sé.

Repítela, Señor, que en la mañana, 
Contagiado de amor la aprenderé.
¡Que poco te promete un alma llana!

Ramón Bello Bañón

Revista Nazareno. 1951.
Archivo Histórico Provincial de Albacete