martes, 7 de febrero de 2017

Nuestra Cofradía en "La Purísima - Vida de una parroquia"

Portada libro "La Purísima Vida de una Parroquia"

Con motivo del centenario de la Parroquia de la Purísima, en el año 2001 se publicó un libro bajo el título "La Purísima - Vida de una parroquia" 1901-2001 cien años en Albacete. Este interesante documento, describe a través de valiosas colaboraciones la trayectoria histórica del templo, además de su advocación a la Purísima Concepción de Nuestra Señora.

Especial interés para nuestra Cofradía cobran las dos aportaciones de Antonio Garrigós y Mariana Fajardo, que a continuación reproducimos.


RECUERDOS DEL CURA GARRIGÓS

Cofradía del Cristo del Consuelo 

No puedo hablar de ella sino en su génesis. Nació y comenzó a dar sus primeros pasos cuando yo había salido ya de Albacete. Como todo lo que en aquella época se inició, fue ideao y realizado por los grupos de juventud de Acción Católica Masculina y Femenina, que supieron incorporar a personas mayores entusiastas y de prestigio a sus proyectos. Consideramos que era una buena manera de salir a la calle y conectar con el pueblo que no frecuenta el templo crear un cofradía con una imagen hermosa, de valor artístico innegable y engarzada en la tradición procesional levantina. En esa fase estaba el proyecto cuando yo fui llamado a Madrid para encargarme de la OCSHA y el colegio M. de Guadalupe. Después encargaron la imagen a mi padre, que era escultor y había realizado ya varios Crucificados, y comenzaron a procesionar. Creo que la cofradía ha crecido vigorosamente sobre aquellos cimientos y Jesús, respresentado en esa imagen, continúa su misión evangelizadora entre el pueblo que lo contempla y acompaña. Me dicen que los fundadores han permanecido "al pie del cañón", algunos desde el cielo, y no hay sitio ya en la procesión para más nazarenos. Bendito sea Dios.

ANTONIO GARRIGÓS,
SACERDOTE


EL CRISTO DEL CONSUELO
(UNA DEVOCIÓN PARTICULAR DE LA PASIÓN)

En nuestros días, que lo son de cierta calma y relativa templanza, la procesión del Silencio del Jueves Santo es una cosa elevada, dentro de lo que suelen ser las procesiones, que tiene como protagonista única a la cofradía del Santísimo Cristo del Consuelo. Pero no siempre fue así. Ésta es una procesión con más historia; al menos, con alguna más. La del Silencio la inauguró en 1926 don Paulino, párroco que lo fue de San Juan, y la salida del desfile desde este templo parroquial se documenta por primera vez en 1941, año que debió serlo de cierta tristeza para la masa democrática del país, como no lo fue menos para la masa monetaria circulante. El "silencio impresionante" de los penitentes por los años cincuenta era exactamente eso, y es lo único que se conoce a ciencia cierta de esta manifestación, lo cual no es poca cosa según se mire. "Viene después -contaba la prensa local- el Santísimo Cristo del Consuelo a hombros de varios cofrades, en unas andas profusamente engalanadas con flores y luces". Cerraba el cortejo la presidencia de la hermandad junto al alcalde de Albacete.

Hasta aquí las primeras noticias editadas de una cofradía que por tantos es querida. Una historia relativamente breve que, después de todo, marca sus pequeñas diferencias. El del Consuelo es el único paso procesional de la Semana Santa albaceteña que siempre ha sido llevado a hombros aunque, esto, naturalmente, no quiera decir nada. La cofradía que lo pasea cada Jueves Santo se creó, con sede en La Purísima, en 1951, recién erigida la diócesis de Albacete bajo la autoridad episcopal de Arturo Tabera y Araoz, un príncipe, un príncipe de la Iglesia, claro está, un hombre que supo conciliar su aristocracia espiritual con la supresión de aranceles por administración de sacramentos; una figura a la que Albacete no ha sabido dedicar ni una calle ni una plaza ni una estatua.

Dos años más tarde, la cofradía había tomado ya el copero suficiente para que don Arturo nombrara consiliario de la misma a su ayudante Delicado Baeza, hoy monseñor y arzovispo de Valladolid y, a la sazón, canónigo de la recién fundada catedral manchega. El año 1953 era por estos pagos, como suele decirse ahora, una cosa muy fuerte. Lo fueron todos los de aquella década y aun muchos otros que vinieron a continuación. Pero ahí estaba ya la piedad popular que, como dejó dicho el papa Montini "refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden comprender". Por aquella mitad de siglo, naturalmente, a las mujeres les estaba vedado desfilar, si bien podían servir de camareras, lo mismo que ahora ocurre en Sevilla y por lo cual muchos se rasgan las camisas de seda. Que esto sea mediana o nulamente aceptable en nada afecta al fervor religioso y, sobre todo, a la justificación de las costumbres del momento. 

Lo cierto es que ésta fue, desde su nacimiento, una cofradía verdaderamente particular: con capuchas pero sin capirotes, sin mujeres pero con silencio, con muchas luces pero sin ninguna iluminación pública, sin caramelos, sin músicas; de una seriedad espeluznante y con una sola imagen, el Crucificado de Garrigós portado a hombros y faloreado con antorchas. El mismo Cristo que se descuelga de su retablo de la Purísima cada Semana de Pasión para que una cofradía, un barrio, un pueblo, haga de él su enseña mostrándolo andariego, y sin embargo clavado, a publicanos y fariseos, a turistas y devotos, a vecinos y transeúntes. El Jueves Santo, el Santísimo del Consuelo es casi una imagen de todos, venerada o vista con ojos de kodak, pero difícilmente olvidable salvo para los que casi todo lo olvidan sin tener culpa de ello.

Pange, lingua, gloriosi
Lauream certaminis

Una imagen de la luz en las tinieblas, un sonido doloroso en el silencio, en fin, estas cosas que hacen fácil la literatura poco más o menos. El asunto puede resumirse con el socorrido fervor popular, que a nadie perjudica, bien es cierto, y que viene a ser una etiqueta muy agradecida para ciertos fenómenos de consecuencias quizá más complicadas.

Cientos de penitentes, que así se llamaron siempre estos cofrades, desfilan hoy -hombres y mujeres- por Albacete con la antigua austeridad fundacional. A algunos curas de ciudad a quienes no les gustan demasiado las procesiones ésta les resulta menos antipática, pero eso seguramente no es importante; a otros no nos gusta la colifror y nos la comemos, porque, en general, uno no se pone la camisa que más le gusta sino la que le viene. Las procesiones son lo que son y, como es natural, no pueden ser lo que eran.

Et super crucis trophaeo

Según la crónica escrita y publicada, "la procesión, que se realiza con las luces apagadas en todo el itinerario, está impregnada de un cierto misticismo y se caracteriza principalmente por ese silencio sobrecogedor solamente roto por el enjuto de un ronco timbal, por el deslizar de las pesadas cadenas que portan algunos de sus penitentes y por el golpe cadencioso de la horquillas de sus costaleros". Los cofrades llevan al hombro pesadas cruces de entre ocho y veinticinco kilos, lo cual es ya un modo de hacer penitencia que -aunque sólo sea una vez al año-  tiene un mérito firme y consistente. Tonelada y media pesa el paso que pasean los dieciocho costaleros, ejercicio de remisión que en nada desdice al anterior.

Qualiter Redemptor orbis
inmolatus vincerit.

Es un fenómeno constatado que a muchas personas que nunca han sentido una especial adhesión hacia el ejército los desfiles militares les ponen la piel de gallina; una pieza musical bien ejecutada ha supuesto a menudo un edificante ejercicio de humildad para aquellos que no se sienten especialmente melómanos; una procesión de Semana Santa puede hacer en nuestra cultura -mitad religiosa, mitad laica- que creyentes, agnósticos y ateos nos emocionemos con un sentimiento común y obviamente diferenciado; un sentimiento de pequeñez y a la vez -perdónese el lugar común- de grandeza, para el que, como es natural, no cabe explicaciones. Dice el P. Ramón Carrilero, historiador notable, que el sentimiento religioso de la Edad Moderna suele tener algo de funcional, necesitado de rito para suplir la deficiente catequesis, "una religiosidad telúrica de actos externos tradicionalmente repetidos como una forma de impetración colectiva". Pues eso, o algo así.

MARIANA FAJARDO,
PUBLICISTA
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario